domingo, 15 de agosto de 2010

Otro día bueno.

El Profesor Aguilar -a quien nunca terminaré de agradecer- me quizo enseñar que el brócoli se debe recolectar antes de que se convierta en miles de flores. Yo esperaba que mis brotes de brócoli crecieran más, y bum! Explosión floral.

Así que, alarmado, corté los pocos que quedaban sin flor, aunque fueran chicos. El resto, el grandote, lo perdí. Las que están felices con mi descuido son las abejas, y supongo que esto me dará muchas semillas!

Floreado y sin florear.

Hoy descubrí, para mi sorpresa, lechugas accidentales en el huerto. En la maceta de la rama de durazno (que ya es todo un proyecto) había dos.


Y bueno, aprovechando que estaba solo para comer (creo que a mi mujer no le apetece comer del huerto citadino) decidí pasar el brócoli por el vapor, incluyendo las deliciosas hojas;  recolectar hojas de cada una de las lechugas que encontré y hervirme unas salchichas y comerlas con cerveza mexicana 100% malta.


Aquí está: Salchichas Frankfurt con pepinillos agrios, ensalada del huerto y brócoli al vapor, por cierto casi en flor. Lubricado con mostaza de Dijon y regado con cerveza Tempus, de pura malta. Muy recomendable.




No miento al decir que lo más rico fue el brócoli.



Puede parecer complicado, y hasta pretencioso, el comer del huerto, el beber cerveza artesanal, el preparar las salchichas con mostaza importada. 

Pero en realidad creo que es un regalo de nuestro tiempo, el saber que existe todo esto y tener acceso, buscar el modo de probar las cosas ricas que el mundo ofrece. Y es tranquilizador pensar que varias de ellas crecen en mi azotea. 

Creo que lo más bonito de todo esto es la sensación de libertad. 

De poder escoger lo que uno come. 

De saber de dónde viene, 

De entre todas las opciones posibles, 

Escoger la más cercana a uno, la más propia y la más placentera.