Entre muchas otras sutiles formas del autoboicot, tiendo a aflojar el esfuerzo en la recta final. Esto, combinado con que las plantas de jitomates realmente se ponen mal (o a mí se me han puesto) cuando están produciendo sus frutos, casi me llevó a la depresión y al abandono en lo que parecían los momentos finales.
Ella hizo una tanda de jitomates deshidratados al romero, buenísimos. Los que quedaron frescos me los he ido comiendo en sandwiches y ensaladas; de ello hablaré un poco más adelante. Tengo que decir que fueron muchos, pero tampoco tantos; me sentía un poco ridículo de regalar 3 jitomates a quienes me ayudaron a cuidar las plantas cuando estuvimos de viaje, mi hermano y Juanita Hernández. Así que no regalé ninguno y hasta hoy me despierta la culpa a media noche.
En cuanto al huerto, dejé que pasara el tiempo y pensé que todo moriría. Otro factor importantísimo es que con las lluvias y tan sólo un poco de descuido, crecen una cantidad de no invitados desbordante. Ahora entiendo las políticas de Washington:
Un fin de semana que tuve calma me dediqué a limpiar y podar y remover cadáveres. Gran parte de las plantas de jitomate terminó en la composta. También recolecté las semillas de arúgula, de brócoli, de cilantro (esto que se ve es sólo de una planta!), mismas que sembré en una versión extrema de la protección, con el prototipo que me ha resultado más exitoso, el de los garrafones de agua de PET que recolecto del desperdicio:
Y como todo en la vida, tras un poco de cuidado, la grata sorpresa de que el mundo no nos es del todo indiferente: un par de semanas después, descubrí que las plantas están preparando una segunda tanda de flores y por tanto de frutos.
Como bitácora, que es lo que me importa de tener este blog, reporto que ayer, 14 de Octubre, seguí cortando jitomate (al menos uno para la ensalada) y comiendo de los que nos quedan en el recipiente fotografiado arriba (lo sabía, debí de haber regalado!). Es notable cómo duran sin descomponerse. Es notable la lechuga por crujiente, la arúgula por sápida. (Hemos comprado arúgula del super y ya no nos sabe a nada)
Y estos reportes son sobre todo para el año que viene, para ver de cuándo a cuándo consumimos y si vale la pena el esfuerzo.
Es una cosa curiosa. Yo pensaba que el precio mundial del jitomate bajaría por la sobreoferta de mi terraza, pero la verdad es que uno sigue comprando jitomate y lechuga y hasta arúgula, pues lo que da un huerto -de azotea- no es suficiente para dejar las compras. En ese sentido, es algo completamente superfluo y prescindible y que no impactará nunca al mercado ni será sustentable y no recomiendo a nadie.
A menos claro, que quiera saber cuál es el verdadero color "rojo jitomate". O el sabor de la arúgula recién cortada. O del pescado al romero fresco. O el de terminar el día acompañado de tu perro tras un día de jornada en el campo, viviendo en pleno corazón de la ciudad.