jueves, 9 de agosto de 2012

Palmeras Niñas

El contacto con las semillas, los brotes, las pequeñísimas y frágiles plantas que nacen y mueren al primer descuido, me ha sensibilizado, en general, a las plantas niñas que hay en la ciudad, y en especial a las palmeras.



Las hay por doquier; una sola ramita que aparece y aguanta no sé cuánto; quizás una año, o dos, antes de tener otra rama que la engrose, antes de que algún perro, humano, granizo o rata termine con ella. Si tiene suerte la rama se vuelve doble, y poco a poco, remedo de una palmera mayor. Poco a poco le nacen hojas que se ven como palmeras pero sólo a las suficientemente fuertes o afortunadas.



He notado que sólo progresan al abrigo de alguien, cuidadas por algo mayor a ellas, generalmente su propia madre, por llamarla de algún modo, o será papá. También crecen junto a bardas, rejas, postes, bajo cualquier cosa que les des dé un resguardo del mundo y su vaivén.


Me queda claro que algún día, la palmera anciana caerá muerta por la joven ganadora del concurso o tomadura de pelo que se llama vida, que habrá usurpado el lugar de sus raíces y la sucederá en la espera de un destino similar.

Y esto mismo me ha hecho me ha ilustrado lo distintos que son los cuadros de tiempo, para humanos y para palmeras. Lo que para nosotros es toda una vida para ellos es una infancia, o cuando mucho, una adolescencia.

No puedo dejar de imaginar un mundo en el que los hombres hayamos caído y las palmeras extiendan nuevamente su reinado por la tierra.

Un lugar a salvo para las niñas palmeras. Por unos cuantos millones de años. No más.




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