viernes, 30 de agosto de 2013

Los Bonobos y Yo.


Según el libro “Sexo al Amanecer”, el ser humano primitivo vivió durante miles de años en grupos de cazadores recolectores, en los que la supervivencia de cada tribu estaba fundamentada principalmente en compartir todo. Todo es todo: las responsabilidades los miedos la comida los riesgos el refugio las parejas los hijos la paternidad; sí, leyeron bien, las parejas y los hijos y la paternidad. En esas sociedades primitivas, los hijos eran hijos de todos, propone el libro, y el sexo se ejercía como medio social de arreglar disputas y relajar el ambiente, de cohesión para la tribu, y de ahí el gran ímpetu sexual del ser humano.

Mi psicoanalista coincide con que fue hasta la invención de la agricultura, que se “inventó” la propiedad privada, y con ello, se desencadenó el infierno de la sucesión y por ende, de la monogamia.

Pero bueno, no estoy aquí para hablar de sexo sino de agricultura urbana.

Lo que me parece incuestionable es que existe una lógica en que las sociedades progresen a partir de qué tan cooperativas son.

Hace no mucho platicaba que este año sembré el doble de jitomate que el año pasado. Que cada temporada intento sembrar más y mejor. Este hecho lo mencioné como una acción capitalista: sembrar más, crecer, multiplicar las ganancias.  En realidad, en mi descargo, mi intención principal era poder regalar frutos de mi huerto a otras personas. Y ya lo hice: a mi hermano y a Juanita, quien nos ayuda en casa. A ambos les pregunté qué les parecieron, y ambos me agradecieron mucho los jitomates y me dijeron que realmente había una diferencia de sabor y textura y color con los jitomates que pueden conseguir en el mercado. (Y tienen razón: una salsa mexicana con ellos no es una salsa, es una fiesta).

Así que me sentí muy bien de poder compartir los frutos del huerto. Solidario, dirán ustedes? Pues en realidad resulta que mi hermano y Juanita son los que cuidan del huerto cuando yo no puedo, sea por trabajo o por vacaciones, las dos cosas por las que vivo. Así que mi solidaridad es una farsa y lo único que quiero es que me sigan ayudando en otras temporadas. Es más, les dí los jitomates que tenía listos porque me iba de vacaciones y no podía comérmelos a tiempo. Así que sigo siendo quien soy y mi “solidaridad”, fingida, espero me ayude a seguir manteniendo el huerto aunque no esté.

No sé de qué manera, pero en esta historia creo que está encerrado algo de la historia de la humanidad. Y no sé si quedo bien o mal parado en ella; al menos soy yo el que tiene los jitomates.

Epílogo: Hace poco me visitó un español que también siembra, a él le regalé 2 mini-jitomates (primero uno, y al sentirme avaro, le dí otro). “Son un lujo”, me dijo emocionado guardándoselos en la bolsa del saco. No sé si estaba siendo irónico o si realmente los aprecia, yo creo más bien esto último. Y eso espero, pues se los dí –casi- de corazón.


No hay comentarios:

Publicar un comentario