lunes, 11 de junio de 2012

Lo mejor de ser ecologista es que es gratis.

Bueno, al menos eso pensé al principio. Cuando descubrí que gastando un poco (como por ejemplo, para pagar una buena  malla sombra, o comprando una buena tierra) los resultados con las plantas son sorprendentes, pasé por una etapa de gasto de la que no me arrepiento pero que desecologizó mis bolsillos por un tiempo. Ahora me da gusto anunciar que he vuelto a mis principios ecologistas y pepenadores, uno de cuyos principios consiste en reutilizar los desechos, reducir el desperdicio. Y esta vez es grande.

Me encontré esto tirado en la calle. Un atado perfecto de material pvc, me parece que era un cortinero o un sistema de puertas de baño, no lo sé:


Y fue una epifanía. "¡Mi invernadero!", pensé, cuando lo ví en la calle. Lo recogí, me lo eché al hombro, y regresé a casa emocionado. Lo revisé y contabilicé, lo ordené por tamaños, y me imaginé mil maneras diferentes de repartirlo para sostener las paredes de un invernáculo que coticé hace unas semanas en una cantidad ridículamente grande de dinero.




Quiero tener un lugar donde crecer plantitas chiquitas y que estén protegidas de los elementos. Un lugar donde las plantas delicadas puedan pasar la noche y el invierno. Si algo he aprendido acerca de cultivar en azoteas, es que las condiciones son extremas e inclementes.  Así que quiero cerrar este pequeño espacio que da al oeste, que es hacia donde recomiendan orientar los invernáculos:



Les seguiré informando.

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