martes, 3 de septiembre de 2013
viernes, 30 de agosto de 2013
Los Bonobos y Yo.
Según el libro “Sexo al Amanecer”, el ser
humano primitivo vivió durante miles de años en grupos de cazadores
recolectores, en los que la supervivencia de cada tribu estaba fundamentada
principalmente en compartir todo. Todo es todo: las responsabilidades los
miedos la comida los riesgos el refugio las parejas los hijos la paternidad; sí,
leyeron bien, las parejas y los hijos y la paternidad. En esas sociedades
primitivas, los hijos eran hijos de todos, propone el libro, y el sexo se
ejercía como medio social de arreglar disputas y relajar el ambiente, de
cohesión para la tribu, y de ahí el gran ímpetu sexual del ser humano.
Mi psicoanalista coincide con que fue hasta
la invención de la agricultura, que se “inventó” la propiedad privada, y con
ello, se desencadenó el infierno de la sucesión y por ende, de la monogamia.
Pero bueno, no estoy aquí para hablar de
sexo sino de agricultura urbana.
Lo que me parece incuestionable es que existe
una lógica en que las sociedades progresen a partir de qué tan cooperativas
son.
Hace no mucho platicaba que este año
sembré el doble de jitomate que el año pasado. Que cada temporada intento
sembrar más y mejor. Este hecho lo mencioné como una acción capitalista:
sembrar más, crecer, multiplicar las ganancias.
En realidad, en mi descargo, mi intención principal era poder regalar frutos de mi huerto a otras personas. Y ya lo hice: a mi hermano y a
Juanita, quien nos ayuda en casa. A ambos les pregunté qué les parecieron, y
ambos me agradecieron mucho los jitomates y me dijeron que realmente había una
diferencia de sabor y textura y color con los jitomates que pueden conseguir en
el mercado. (Y tienen razón: una salsa mexicana con ellos no es una salsa, es una fiesta).
Así que me sentí muy bien de poder
compartir los frutos del huerto. Solidario, dirán ustedes? Pues en realidad
resulta que mi hermano y Juanita son los que cuidan del huerto cuando yo no
puedo, sea por trabajo o por vacaciones, las dos cosas por las que vivo. Así
que mi solidaridad es una farsa y lo único que quiero es que me sigan ayudando en
otras temporadas. Es más, les dí los jitomates que tenía listos porque me iba
de vacaciones y no podía comérmelos a tiempo. Así que sigo siendo quien soy y
mi “solidaridad”, fingida, espero me ayude a seguir manteniendo el huerto
aunque no esté.
No sé de qué manera, pero en esta
historia creo que está encerrado algo de la historia de la humanidad. Y no sé
si quedo bien o mal parado en ella; al menos soy yo el que tiene los jitomates.
Epílogo: Hace poco me visitó un español
que también siembra, a él le regalé 2 mini-jitomates (primero uno, y al
sentirme avaro, le dí otro). “Son un lujo”, me dijo emocionado guardándoselos
en la bolsa del saco. No sé si estaba siendo irónico o si realmente los
aprecia, yo creo más bien esto último. Y eso espero, pues se los dí –casi- de
corazón.
lunes, 12 de agosto de 2013
Semillas Putativas, Vidas Paralelas.
Pasan cosas raras en la agricultura casera.
Por ejemplo, unas lechugas en el invernadero, florearon de jovencitas; es decir, ni tiempo tuve de hacerlas ensalada, siendo unas niñas estaban ya floreando; y al florear se amargan y se transforman, les sale una especie de quiote similar al de los magueyes; dejan de parecer lechugas, pues, y se convierten en aliens. Generalmente esto sucede después de un par de meses de producción de hojas; en este caso supongo que el calor las hizo madurar aunque no estuvieran realmente preparadas.
Más raro aún fue que sembré unas semillas de arúgula, y salieron las plántulas, y las procuré y cuidé hasta que un buen día me dí cuenta que esas no eran arúgulas sino unas hierbas raras y feas con cara de malas. Ya no supe si fueron las semillas que sembré, que no serían realmente arúgula, o si mis semillas no se dieron y en su lugar crecieron hierbas; incluso no descarto la posibilidad de que con el clima la arúgula se transformara en mala. Porque se parece a la arúgula, pero las curvas características de las hojas, son puntiagudas, amenazantes; dan unas flores como la arúgula, pero peludas, obviamente amenazantes también. El caso es que ayer las dejé morir y recuperé mis sembradores.
Pero lo verdaderamente raro es que una serie de botes germinadores los estuve regando con el pendiente de sembrar en ellos algún día algo. Es decir, yo sabía que no les había sembrado nada; y aún así los regaba y cuidaba y mantenía; y ví crecer unas plantillas y las cuidaba más y más, hasta que ayer domingo entré en razón y acepté que yo no tenía porqué cuidar a unas hierbas arribistas que no iban a ningún lado y que yo no quería y tuve que asesinarlas.
¿Cuántas cosas en la vida no son así? Una suma de circunstancias a las que se agrega el cuidado constante, el cariño, la procuración de algo que en realidad no se desea. Qué miedo. En fin.
Así que finalmente sembré cosas muy ordenado, les puse etiquetas con los nombres de lo sembrado, y la fecha, y en todo ello está mi esperanza de que no sea demasiado tarde, pues todo indica que se siembre a inicios de la primavera y yo lo estoy sembrando casi al final del verano. Pero para eso vivo en México y para eso tengo mi invernáculo, para sembrar todo el año y eso, sí, sembrar lo que yo quiero.
Sembré albahaca, para hacer pesto, lechugas de colores, jalapeños y cedrón. Todo esto lo tenía en sobres desde mayo y no fue sino hasta el 11 de agosto que me decidí a abrir los paquetitos que me traje de contrabando de Los Estados Unidos.
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué uno no hace lo que quiere o dice querer, y en cambio hace o cuida lo que sabe que no quiere o que no tiene nada que ofrecer?
Por ejemplo, unas lechugas en el invernadero, florearon de jovencitas; es decir, ni tiempo tuve de hacerlas ensalada, siendo unas niñas estaban ya floreando; y al florear se amargan y se transforman, les sale una especie de quiote similar al de los magueyes; dejan de parecer lechugas, pues, y se convierten en aliens. Generalmente esto sucede después de un par de meses de producción de hojas; en este caso supongo que el calor las hizo madurar aunque no estuvieran realmente preparadas.
Más raro aún fue que sembré unas semillas de arúgula, y salieron las plántulas, y las procuré y cuidé hasta que un buen día me dí cuenta que esas no eran arúgulas sino unas hierbas raras y feas con cara de malas. Ya no supe si fueron las semillas que sembré, que no serían realmente arúgula, o si mis semillas no se dieron y en su lugar crecieron hierbas; incluso no descarto la posibilidad de que con el clima la arúgula se transformara en mala. Porque se parece a la arúgula, pero las curvas características de las hojas, son puntiagudas, amenazantes; dan unas flores como la arúgula, pero peludas, obviamente amenazantes también. El caso es que ayer las dejé morir y recuperé mis sembradores.
Pero lo verdaderamente raro es que una serie de botes germinadores los estuve regando con el pendiente de sembrar en ellos algún día algo. Es decir, yo sabía que no les había sembrado nada; y aún así los regaba y cuidaba y mantenía; y ví crecer unas plantillas y las cuidaba más y más, hasta que ayer domingo entré en razón y acepté que yo no tenía porqué cuidar a unas hierbas arribistas que no iban a ningún lado y que yo no quería y tuve que asesinarlas.
¿Cuántas cosas en la vida no son así? Una suma de circunstancias a las que se agrega el cuidado constante, el cariño, la procuración de algo que en realidad no se desea. Qué miedo. En fin.
Así que finalmente sembré cosas muy ordenado, les puse etiquetas con los nombres de lo sembrado, y la fecha, y en todo ello está mi esperanza de que no sea demasiado tarde, pues todo indica que se siembre a inicios de la primavera y yo lo estoy sembrando casi al final del verano. Pero para eso vivo en México y para eso tengo mi invernáculo, para sembrar todo el año y eso, sí, sembrar lo que yo quiero.
Sembré albahaca, para hacer pesto, lechugas de colores, jalapeños y cedrón. Todo esto lo tenía en sobres desde mayo y no fue sino hasta el 11 de agosto que me decidí a abrir los paquetitos que me traje de contrabando de Los Estados Unidos.
¿Por qué pasa esto? ¿Por qué uno no hace lo que quiere o dice querer, y en cambio hace o cuida lo que sabe que no quiere o que no tiene nada que ofrecer?
lunes, 24 de junio de 2013
Empieza el verano
Como ya he apuntado varias veces en este espacio, la vida del agricultor urbano se conecta íntimamente con las estaciones del año, no queda otra.
En México el verano significa lluvia, y eso significa, para mí, tranquilidad al no tener que subir hasta arribota a regar nada. Llegó el verano y con él, puntales, las lluvias. Las bolsas de pared son sin duda el mejor método que tengo para la siembra de jitomate y hasta de arúgula. Lo que mi mano toca en la foto de la derecha es una mega arúgula, de esa que en el supermercado cuesta 40 pesos:
Ahora, ni modo, tengo que agradecer a los gringos y su tecnología. En la tienda de un botanic garden, compré unas pendejaditas que sirven para el tutorado de las plantas. Se abren con dos dedos como pinzas y al cerrarse sujetan suavemente la planta a una orilla. Gracias Santos Gringos por su capitalismo salvaje que promueve la inventiva.
Tecnología Americana
Pero también hay respuesta azteca, y he aquí mi tecnología mexicana para regar con el método del jarrito, accionado a través de mangueritas compradas en el mercado de chácharas de la Portales, restos de una máquina que formaba parte de una refresquera.
Tecnología a la Mexicana
Por otro lado, reporto la siembra de una charola de trigo para que el pasto resultante nos dé la energia necesaria para la vida diaria del siglo XXI. Lo interesante de esto es que a la mitad de la charola le puse composta de lombriz, y a la otra mitad, composta de mi compostero. A ver si se nota alguna diferencia...
Dentro de las tendencias de las que sin saberlo somos esclavos, se cuenta ahora la de la cervecería casera o artesanal. Yo no he caído en ella todavía, de tan ocupado que estoy al haber escogido prematuramente la siembra urbana. Pero un amigo me regalo su bagazo de cebada, esto es, restos de cebada germinada, tostada, hervida y triturada, "para mi composta". Menudo regalo, hacía varios años que nadie me regalaba su basura. Hace mucho, yo era joven y logré que nos regalaran desperdicios fílmicos para nuestras filmaciones escolares. Esa vez agradecí emocionado. Esta, más bien desconcertado. De cualquier forma reacomodé mi composta y separé la mitad para el compostero y la mitad para las lombrices, a ver si les gusta y prosperan. Sirvió de pretexto para mudar de casa a las lombrices, a la tinaja naranja que se ve más arriba. No sé si lo hice bien, y no sé cómo reaccione esta cebada al descomponerse. Por lo pronto huele bien, como a pulquería un viernes en la tarde. A ver mañana...
Agujero al centro, fundamental para el buen desarrollo compostero.
Por si de casualidad llega alguien nuevo a visitar este blog, ilustro nuevamente el uso de domos plásticos para proteger de la lluvia a las semillas sembradas directamente en la jardinera, y promoveer su germinación en el calorcito:
Y por último, uno de esos regalos inesperados, un jitomate espontáneo que creció junto a la lavanda. Dentro de las agotadoras labores de domingo en el campo (trabajar unas dos horas, bárbaro) le coloqué también a él su bambú de tutorado:
En fin, que llegó el verano, y con él, puntuales, las lluvias.
martes, 11 de junio de 2013
El Invierno duró lo que tardó en llegar la Primavera
Antes de que empiece el verano, vengo a contar lo que he hecho desde enero.
Recuerdo que fue el 27 de enero cuando sembré semillitas en el invernadero. Esta vez fui ordenado y les puse etiquetas para saber qué era qué. Perdimos la cebolla, el brócoli por razones extrañas. Los jitomates crecieron poco a poco, asesiné a las plántulas más pequeñas y débiles. Me he ido convirtiendo en humano, en asesino selectivo de plantas, reinventando la cultura.
Las plagas atacaron de nuevo, el Mildiú me sumió en una depresión que me hizo no publicar nada; pensar que estaba todo perdido. Mis helechos también fueron atacados, unos por hongos, otros por hormigas. Mi santo patrono Voltaire se me apareció en sueños y me dijo que buscara en internet qué hacer, por lo que apliqué bicarbonato de sodio diluido en las hojas para cambiar su ph y así evitar el asentamiento del hongo. Funcionó, gracias Voltaire mío. Las hormigas directamente con veneno.
Tras la depresión, ha pasado que llevo menos la cámara de fotos allá arriba. Así que no tengo tengo mucho registro.
Pero como la reinvención de la cultura lleva inevitablemente a alguna versión de capitalismo, mis proyecciones para este año son sencillamente producir el doble de jitomate. Para ello aumenté el número de mis bolsas patentadas de pared. He trabajado también en un sistema de riego, ya tengo luz en el invernadero, y mi socia favorita ha incursionado en la siembra de moda que viene mucho, el pasto de trigo:
Así que los indicadores son positivos; no se ha perdido todo y además he aprendido a podar las hojas que quedan abajo de los frutos de jitomate que se salen del tallo principal. Es decir, dejar que el tallo llegue directamente a los jitomates sin desviarse en hojas secundarias debajo de ellos.
En fin, que todo está en internet. Me sigo preguntando cuánto durará esta tendencia, de cultivar lo propio. Me considero de poco aguante y he aguantado. Pero también me considero aguantador y he estado a punto de dejarlo.
Pero los jitomatitos me miran y me hablan por las mañanas, y las fotos de cosechas pasadas me llenan de entusiasmo añejo, de ganas de superarme a mí mismo, o de al menos de volver a ver con orgullo las matotas ahora que vengan las lluvias.
Que creo que hoy empezaron.
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