domingo, 30 de diciembre de 2012

Cuál Balsa? Es mi Barco!

No había escrito nada pues los festivales de otoño me dejaron agotado. Pacientemente he esperado a que crezcan las nuevas plantas de arúgula y epazote que sembré en los germinaderos de pet. El invierno empezó y aún quedan un par de jitomates en las vainas -vainas? y me he comido los otros tantos que han salido, como todos, buenísimos. Y pequeños. Y muy rojos.

Como estoy en plena crisis de la edad y de los logros en la vida, a punto de cumplir 40 años, me compré un poco de maquinaria importante, es decir una sierra caladora y me dije a mí mismo, mí mismo, es hora de que te hagas un deck. 

Basta de pisar apenas el piso del invernadero, rodeando el domo de la escalera. Basta de sentir ese molesto desnivel y el rígido concreto. Así que primero cambié el domo por un trozo plano de acrílico que corté a modo con  mi caladora nueva. 

Y luego seguí utilizando la madera que me regaló el Dr. Jaques, sobrante de un proyecto fílmico, y corté las duelas, también a modo, con mi misma caladora nueva. 


Luego lo puse todo sobre una estructura hecha con los residuos de la pérgola que sustituí por polines nuevos de las sobras del Dr Jaques. Es decir, todo es reciclado y dentro de la misma terraza se recicla y va cumpliendo funciones nuevas ya que en esta casa nada es para siempre o bueno, digámoslo así, se nos da el desapego. Pero como además de desapegados somos contradictorios, impermeabilicé las duelas con un poco del Thompson´s Water Sealer que es fantástico. 

He aquí el resultado. Ya no quiero volver a meter los muebles para disfrutar de mi nuevo espacio; en vez de muebles pondré repisas, y es como una balsa, sólo que no es balsa, es mi barco. 





Ah y en Fonart estaban de descuento los jarritos, que creo que definitivamente son la mejor manera de tener lechugas. Aquí se puede ver claramente el efecto del agua en el jarro de la derecha, el de la izquierda está aún vacío. Con ellos espero una muy frondosa primavera. Mientras tanto refugiarse del canijo frío, y esperar. 



lunes, 15 de octubre de 2012

Pesimismo optimista y jitomates de azotea: ¿Vale la pena el esfuerzo?


Entre muchas otras sutiles formas del autoboicot, tiendo a aflojar el esfuerzo en la recta final. Esto, combinado con que las plantas de jitomates realmente se ponen mal (o a mí se me han puesto) cuando están produciendo sus frutos, casi me llevó a la depresión y al abandono en lo que parecían los momentos finales.

 

 Le pedí a mi mujer que cosechara, que rescatara los jitomates que pudiera. No tengo fotos de la acción,  pero sí del resultado:

Ella hizo una tanda de jitomates deshidratados al romero, buenísimos. Los que quedaron frescos me los he ido comiendo en sandwiches y ensaladas; de ello hablaré un poco más adelante. Tengo que decir que fueron muchos, pero tampoco tantos; me sentía un poco ridículo de regalar 3 jitomates a quienes me ayudaron a cuidar las plantas cuando estuvimos de viaje, mi hermano y Juanita Hernández. Así que no regalé ninguno y hasta hoy me despierta la culpa a media noche. 

En cuanto al huerto, dejé que pasara el tiempo y pensé que todo moriría. Otro factor importantísimo es que con las lluvias y tan sólo un poco de descuido, crecen una cantidad de no invitados desbordante. Ahora entiendo las políticas de Washington:


Un fin de semana que tuve calma me dediqué a limpiar y podar y remover cadáveres. Gran parte de las plantas de jitomate terminó en la composta. También recolecté las semillas de arúgula, de brócoli, de cilantro (esto que se ve es sólo de una planta!), mismas que sembré en una versión extrema de la protección, con el prototipo que me ha resultado más exitoso, el de los garrafones de agua de PET que recolecto del desperdicio:




Y como todo en la vida, tras un poco de cuidado, la grata sorpresa de que el mundo no nos es del todo indiferente: un par de semanas después, descubrí que las plantas están preparando una segunda tanda de flores y por tanto de frutos. 

Como bitácora, que es lo que me importa de tener este blog, reporto que ayer, 14 de Octubre, seguí cortando jitomate (al menos uno para la ensalada) y comiendo de los que nos quedan en el recipiente fotografiado arriba (lo sabía, debí de haber regalado!).  Es notable cómo duran sin descomponerse. Es notable la lechuga por crujiente, la arúgula por sápida. (Hemos comprado arúgula del super y ya no nos sabe a nada)

Y estos reportes son sobre todo para el año que viene, para ver de cuándo a cuándo consumimos y si vale la pena el esfuerzo. 

Es una cosa curiosa. Yo pensaba que el precio mundial del jitomate bajaría por la sobreoferta de mi terraza, pero la verdad es que uno sigue comprando jitomate y lechuga y hasta arúgula, pues lo que da un huerto -de azotea- no es suficiente para dejar las compras. En ese sentido, es algo completamente superfluo y prescindible y que no impactará nunca al mercado ni será sustentable y no recomiendo a nadie. 

A menos claro, que quiera saber cuál es el verdadero color "rojo jitomate". O el sabor de la arúgula recién cortada. O del pescado al romero fresco. O el de terminar el día acompañado de tu perro tras un día de jornada en el campo, viviendo en pleno corazón de la ciudad.



















domingo, 2 de septiembre de 2012

Insecticidas, Modificación Genética y la Reinvención de la Cultura

Tengo 3 cosas qué decir:

Una, la más útil de todas, es que tengan cuidado: si empiezan a crecer sus jitomates, es muy fácil que el peso doble las ramas, cortando repentinamente el flujo de nutrientes del suelo, debilitando la planta, y enfangándolo todo. Lo curioso, insisto, es lo fácil que es que suceda. Hay que ser cuidadoso al manipular las ramas. Como cualquier vida, las ramas son frágiles y reaccionan a lo que uno hace con ellas.


Dos: La lucha por la vida y la salud está llena de peligros. Los enemigos son legión y no se cansan y no paran nunca; y si mueren son sustituidos por otros, que pelearán igual o más duramente que los anteriores.

Entiendo a los hombres que inventaron los insecticidas. Los entiendo y respeto. Casi podría venerarlos. Pero también comprendo -y represento- a los que queremos comer sin venenos. No tengo esto solucionado. Este año logré muchos más jitomates que el año pasado, pero la lucha con el mal y sus enviados es verdaderamente desgastante; sobre todo si uno no hace mucho, como yo: si se aplica infusión de ajo mucho menos de lo recomendado. El caso es que el ánimo decae al contemplar a la enfermedad avanzando (mis plantas tienen hongos que no he sabido combatir) o a los parásitos intrusos bebiendo de la savia de las flores más pequeñas, de los brotes más tiernos. Una vez que llegan nada es igual.

Tres. Mis plantas de arúgula, con las que he enriquecido mis ensaladas todos estos meses y que nacieron de las semillas orgánicas que le compré a mi amigo el Profesor Aguilar, han dado flor y ahora tienen vainas que espero vengan llenas de semillas nuevas que darán plantas igual de ricas que las anteriores, pero con una diferencia fundamental, una palabra que no sé si he mencionado en este blog: son G - R- A - T - I- S. Aún no sé cosecharlas ni almacenarlas. ¿Le preguntaré a mi amigo cómo hacerlo?


En este sentido, comprendo a los hombres que modificaron genéticamente las plantas para que no dieran semillas. Eran vendedores de semillas, a eso se dedicaban. No digo que los justifico, simplemente los comprendo.

Es decir, que creo que estamos de una forma o de otra recorriendo un camino ya recorrido: los jóvenes -y también, o sobre todo, la gente de mi edad-  estamos aprendiendo a hacer las cosas con nuestras manos, a venderlas directamente a los otros, a apreciar el valor de los oficios y a considerar elegante el intercambio, el esfuerzo personal, detestar a las empresas. Pero al cultivar tomates nos enfrentaremos con que hay que inventar insecticidas y modificar genéticamente los cultivos. Al comprar maderas el carpintero orgánico sustentable buena onda se dará cuenta que ganará más dinero con una madera importada ilegalmente, o algo así, y nuestras almas y corazones blancos de tanta ilusión de reinventar la cultura se verán frente a frente con la disyuntiva.

En muy poco tiempo. O es que realmente hay alternativas?


Bueno, para no dejar sabor amargo, pongo la foto de la cosecha de hoy:



domingo, 19 de agosto de 2012

Tiempos Malos

Salí de viaje y al regresar encontré enfermedad y muerte.





















Tuve que destruir las calabazas, y los jitomates podarlos mucho. Ha pasado más tiempo, y han seguido empeorando. No sé si es que los frutos consumen toda su energía y se entregan entonces a las plagas. Y los pulgones progresan si no se lucha contra ellos prácticamente a diario. Entre el Mildiú y los pulgones mis jitomates daban esta mañana un espectáculo desolador. Casi suficiente como para tirar la toalla, darse por vencido, entregarse al decaimiento, a la progresión de la enfermedad y de la muerte. A la pudrición. Pero no; finalmente me decidí a trabajar y hoy tuve que dejarlos casi pelones, con esperanza de que sobrevivan y los tomates se logren.


Es hora de echar mano de los avances de la ciencia. Un poco de insecticida por aquí, un poco de fertilizante mañana por la mañana.

Además, como sospechaba, el invernadero se me ha volado varias veces. Ya intenté fijarlo y según yo había quedado, y se volvió a volar. Pedazos de policarbonato han golpeado a las lechugas. El Mildiú ataca todo, igual que los pulgones, pues al desarmarse todo quedó expuesto al contagio. Es la guerra.

No cabe duda que nada es fácil, nada es gratis; que el mal acecha siempre y lo único que podemos hacer es trabajar, accionar, cultivar nuestro jardín.

Pinches jitomates. Pero se ven bonitos. Tengo esperanza.


jueves, 9 de agosto de 2012

Palmeras Niñas

El contacto con las semillas, los brotes, las pequeñísimas y frágiles plantas que nacen y mueren al primer descuido, me ha sensibilizado, en general, a las plantas niñas que hay en la ciudad, y en especial a las palmeras.



Las hay por doquier; una sola ramita que aparece y aguanta no sé cuánto; quizás una año, o dos, antes de tener otra rama que la engrose, antes de que algún perro, humano, granizo o rata termine con ella. Si tiene suerte la rama se vuelve doble, y poco a poco, remedo de una palmera mayor. Poco a poco le nacen hojas que se ven como palmeras pero sólo a las suficientemente fuertes o afortunadas.



He notado que sólo progresan al abrigo de alguien, cuidadas por algo mayor a ellas, generalmente su propia madre, por llamarla de algún modo, o será papá. También crecen junto a bardas, rejas, postes, bajo cualquier cosa que les des dé un resguardo del mundo y su vaivén.


Me queda claro que algún día, la palmera anciana caerá muerta por la joven ganadora del concurso o tomadura de pelo que se llama vida, que habrá usurpado el lugar de sus raíces y la sucederá en la espera de un destino similar.

Y esto mismo me ha hecho me ha ilustrado lo distintos que son los cuadros de tiempo, para humanos y para palmeras. Lo que para nosotros es toda una vida para ellos es una infancia, o cuando mucho, una adolescencia.

No puedo dejar de imaginar un mundo en el que los hombres hayamos caído y las palmeras extiendan nuevamente su reinado por la tierra.

Un lugar a salvo para las niñas palmeras. Por unos cuantos millones de años. No más.




domingo, 22 de julio de 2012

Invernáculo Acabado











Terminé de cierto modo mi invernáculo o mini-invernadero. La propaganda política que salí a hurtar una noche de campaña fue fundamental para terminar la puerta sin gastar tanto.




Adentro las plantas están creciendo felices. El lechuguero reloj y los jitomates que me tardé en trasplantar están encantados con el clima estable, y ahí vienen detrás de los de las macetas colgantes en cuanto a desarrollo. Supongo que eso está bien; me dará jitomates durante más tiempo. Estos apenas florean, los otros están ya en plena producción de frutos. Al lechuguero reloj le arranco hojas por lo menos cada semana, y así es como se ve antes de ser ensalada:




El invernáculo no es perfecto. Hice mil planos, y no seguí ninguno, un poco como la vida. Por lo tanto no quedó perfectamente hermético, tendré que ajustarlo ahora que consiga sargentos. Además  no he pegado ninguna de sus partes, todas se apoyan entre sí  y un buen viento puede arrancarlo de tajo, dejar a todas las plantas homeless. Pero eso es un buen recordatorio de la impertinencia de las cosas; ya lo fijaré algún día. 




Por lo pronto es bonito haber construido una casa, con mis propias manos, y casi gratis. 


domingo, 8 de julio de 2012

Más prototipos, y las simples cosas.

No tengo mucho que agregar en estos días. Estamos esperando a que los jitomates crezcan ¡Ya aparecieron los primeros racimos!

Bueno, la plaga de pulgones o lo que haya sido, fue prácticamente erradicada de las plantas hacinadas en una de las exitosísimas macetas colgantes. Con la infusión de ajo, cebolla y chile, y los dedos aplastadores. Pero las calabazas tienen hongos. Mi primo me tranquilizó diciéndome que ninguna enfermedad que tengan las plantas puede pasar a los humanos. Espero que tenga razón.

Ha habido días  de cosecha, y eso siempre lo dejo a las imágenes:





Con estas flores de calabaza, con arúgula recién cortada y un poco de queso de cabra, desayunamos esta mañana un omelette. Para mí, eso es un lujo.

Estoy realmente sorprendido de lo efectivo del lechuguero reloj.  Aquí puede verse que después de una ensalada, vendrán otras, espero muchas.



Y por último, la consecuencia lógica de lo que hemos aprendido, en un germinador donde están las nuevas generaciones de arúgula. Les reportaré su efectividad. Pero me parece incontestable.



Creo que voy a quitar los anuncios que permití que google pusiera aquí. No hacen ningún sentido.

domingo, 1 de julio de 2012

Lechuguero Reloj

Que mis amigos de Cualti me hayan enseñado el secreto del jarrito de agua dentro de la maceta es algo que les agradeceré siempre. Al parecer es una técnica prehispánica que ahorra muchísima agua y es increíblemente práctica. Yo partí de esa idea, y de una palangana vieja que estaba a punto de romperse, para diseñar este "Lechuguero Reloj". 


El principio es simple: a la palangana se le hacen unos cuantos hoyos al fondo, para el drenado; aunque  en realidad en este caso casi no hay escurrimiento pues la planta no se riega. El jarro de barro cocido trasmina el agua con que se llena, con lo que la tierra está en su justo punto de humedad TODO el tiempo. Eso, al parecer tiene a las plantas de lo más contentas, es increíble cómo crecen:


Idealmente el jarro debería tener una boca muy chica para evitar la evaporación. Pero yo usé lo que tenía, que era esa olla de Oaxaca a la que simplemente le pongo una tapita, es decir, un plato de maceta. Como sabemos, el chiste en este blog es no comprar nada o comprar lo menos posible. 

Inspirado en ese éxito, el del lechuguero, hoy trasplanté otros jitomates a los que les debía el trasplante. Espero que no sea demasiado tarde y que la contentez del jarro los haga crecer fuertes. Hice este jitomatero con un par de macetas redondas que ahí tenía: 

Vamos a ver cómo evolucionan. Lo interesante es que los tendré dentro del invernadero, y podremos comparar entre los de afuera y los de dentro.

Cuando llené la maceta del centro, a los pocos segundos me encontré con mis pies encharcados en el invernadero... Claro, olvidé que es maceta y no jarrito lo que está al centro, ahora tendré que encontrar la manera de tapar el pequeño orificio del desagüe... Lo documento pues no todo sale siempre y mucho menos a la primera. Espero poder taparlo, lo sellé con arcilla de cerámica de mi mujer, pero algo me dice que no va a ser suficiente... Pero si funciona va a ser muy bonito.




Maracuyá Morada

Veo en este blog que por ahí del 29 de Abril mostré que la enredadera de Maracuyá empezaba a transformar sus hermosas y extrañas flores en fruto.


60 días después, en los que ha habido sol, lluvia, risas y lágrimas, cuidando no sólo a esa maceta sino a todas (pero de esta llamaba la atención cómo los frutos como que se arrugan cuando le falta agua), distinguí que la pequeña maracuyá de la foto estaba ya color morado:

Unos cuantos días después, ósea hoy, me la comí. No pude resistirme y no le saqué fotos, aunque era una pulpa anaranjada, agria y deliciosa. Realmente me gustó.

Lo que no deja de ser un poco deprimente es el tamaño:


Los Primeros Intrusos

Una mañana tibia me encontré, en una de las dos macetas colgantes, precisamente en la del hacinamiento, con una primera invasión de bichos indeseables.


Al parecer son pulgones. Por su puesto que no aparecen en mi libro, así que me quedo con la duda.

Les he tenido que hacer la guerra. Por razones que no considero necesario explicar, sin insecticida.

Procedí a hacer una infusión con los ajos viejos que tenía en la casa, cebolla, chiles verde y chiltepín; también le puse unas hojas de jitomate, pues no recuerdo bien la receta. El caso es que herví eso y se lo he estado echando diariamente, varias veces al día. También he procedido a usar la técnica que me enseñó el Profesor Aguilar, que consiste en aplastarlos con los dedos.

Creo que la plaga ha amainado. Al menos no ha progresado. Pero no cejaré. No lo dejaré esta vez al destino, ni intentaré ser buena gente y karmático. Entraré al juego. Quien invada mis plantas, si de mí depende, morirá.

Hoy por cierto detecté el primer indicio de éxito, el primer jitomatín, a ver si crece...

Seguiremos informando.


lunes, 25 de junio de 2012

Infinitos usos del PET

Estoy avanzando en la construcción de mi invernáculo o mini invernadero. De hecho está casi terminado, salvo porque no ha sido fijado al concreto, un buen viento se lo puede llevar todo. Justamente como a todo lo demás, así que es una buena forma, si no de practicar, de al menos ejercitar o mantener en forma la relación con el anicca de todas las cosas, la impermanencia.

Algo que es curiosamente permanente en el mundo es el PET, el material con que están hechas las botellas de agua y de refrescos. No es nuevo el decir que tiene muchos usos posibles, o ilustrarlos; eso mismo haré ahora, no sin antes contar una pequeña historia...

Estoy construyendo mi invernáculo: gasté poco en él, pero gasté, y preferí apostarle a tener menos policarbonato del necesario, en vez de que me sobrara. Así que ahora que casi termino, veo que efectivamente me quedó un hueco.

Me topé en una página de internet con  cómo hacer paredes de invernadero con botellas de PET. Ya era demasiado tarde para hacerlo todo así pues ya tenía el policarbonato, (que es mucho más resistente, y además cuesta) pero para unos faltantes la idea era útil y aplicable. La cosa es que hay que tener un buen número de botellas idénticas.

Que obviamente no iba yo a comprar.

Así que le daba vueltas y vueltas en mi cabeza sin saber qué hacer, y por tanto haciendo eso que me sale tan bien, que es nada, hasta que de pronto un día recibí una llamada telefónica. Eran los huéspedes de un departamento que manejo en mis tiempos libres, y literalmente la llamada fue algo así: "Hola Roberto, te llamamos porque durante nuestra estancia estuvimos comprando botellas de agua y ahora tenemos muchísimos envases vacíos iguales y queremos ver si tú tienes idea de qué hacer con ellos".

Tal cual.

Así que, armado con cutter y engrapadora, y una buena superficie de trabajo reciclable -e ilegal-, lo primero que hice fue un sistema recolector de agua de lluvia.



Lo segundo, tapar el hueco en la pared del invernáculo.



Pronto publicaré más fotos del invernáculo. Si el viento, claro está, no se lo lleva.

Por lo pronto, sigo asombrado -y contento, y orgulloso- con el progreso de los jitomates de azotea en las macetas colgantes:


miércoles, 20 de junio de 2012

Jitomates de azotea, calabazas y arúgula colgantes.

Este es el estado de mis macetas colgantes el último día de primavera. Reporto que ya me he hecho omelettes de flor de calabaza, ensaladas y sándwiches con arúgula, todo increíblemente sápido y delicioso. Eso sí: cada plato, con poquito.




Para un espacio que estaba completamente desocupado, y para el cuál sólo pagué por el mosquitero de en medio, no está nada mal. Y bueno, los jitomates los estamos esperando... Hoy les encontré la primera flor. A ver qué tal crecen con ese hacinamiento (en la maceta izquierda).   No dudo que será una cosecha exitosa.

Es curioso pensar que en realidad no se necesita nada de lo que los neo ecologistas quieren vendernos para hacer un huerto en casa.